martes, 31 de enero de 2012

Hacia atrás (5 de 5)

El lunes, los muchachos aparecieron con las narices rojas y algo mojados. Mientras se quitaban los abrigos y los dejaban en las sillas a modo de improvisado perchero vieron al profesor sacar un periódico algo arrugado, cuyo titular rezaba: “La Comandancia Árabe Unida se despliega en la frontera con Egipto ”.
-¿Eso de cuándo es?-preguntó Alicia
-Es de una semana antes de que se abriera el frente israelí. Este otro- dijo David levantando otro rotativo cuyo titular decía “La Otan se despliega en el mediterráneo con vistas a frenar a la AUC”,- es de dos semanas después, de Noviembre de 2016.
-¿Ese mismo mes empezaron los bombardeos aquí y en Italia vedad?-dijo Pedro.
-Si, y al poco tiempo me alisté. Jamás pensé que sostendría un fusil porque siempre tuve un discurso bastante duro contra todo lo que tuviera que ver con lo militar y el mundo de las armas. Sin embargo, la imagen de la bomba atómica y los bombardeos en Málaga y Cádiz me llenaron de temor. Me asusté, pero lejos de retroceder algo se incendió dentro de mi y como tantos otros, fuimos directos a la oficina de reclutamiento. Estuve tres meses en el Acuartelamiento de Santa Bárbara III, en Murcia, cumpliendo la instrucción para entrar en la Brigada de Infantería Ligera Paracaidista. En acabar, entré en la Bandera Ortiz de Zárate III. Dos meses después salté desde un T-19 en Túnez dentro de la operación “Bastión Medialuna”.
-¿Estuviste mucho tiempo?-Preguntó Daniel.
-Sí, toda la guerra.
-¿Cómo entraste si sabías lo que hacías?-le espetó Valentina levantando algo la voz.
-Pues ahora sé que estaba furioso. Estaba furioso porque todo aquéllo se nos iba de las manos. Todas mis esperanzas en que las gentes pudieran encontrar la concordia se esfumaron de la noche a la mañana. La fe que podía tener en “la aldea global” se iba derritiendo con el calor de las bombas. Al final me vi a mi mismo dentro de un uniforme y lleno de cólera hacia todo. Las crisis locales en el mundo lejos de solventarse se agravaron y viéndolas venir no supimos hacer absolutamente nada. Entonces tenía dudas de si fallaba nuestra concepción del mundo, nuestra cultura y en definitiva, nuestra civilización, pero visto lo visto no me cabe duda de que así era. Fallamos.
-Bueno, intentabas defenderte-replicó Alicia.
-Y ese es el problema. Las cosas estaban tan enrarecidas que a cualquiera que le preguntaras por qué cogía las armas te diría eso precisamente: “Yo me siento agredido y lo que hago es defenderme”. Por un lado creo que estábamos completamente atrapados, pero igualmente ahora no me siento nada orgulloso de participar-diciendo esto, David bajó la cabeza.
-Vaya marrón-soltó Pedro.
-¿Estaban también atrapados los de la AUC, coreanos, chinos, indios y pakistanies?-dijo Valentina arrugando la cara.
-Yo creo que sí, de la lógica de la dominación nadie se escapaba. Además, muchos de ellos se sentían estafados. Habían luchado por la democracia en sus respectivos países y en general de poco les sirvió para mejorar su situación. Tampoco los tomaron en serio en la comunidad internacional. ¿Recordáis lo que hablamos sobre la dominación y el hambre? Cuando esas regiones consiguieron una cierta independencia nuestro control sobre ellos se esfumó. Dejaron de ser pueblos domesticados. Eso lo notamos sobretodo cuando empezaron a controlar con más fuerza el precio del petróleo. Sin duda eso condicionó mucho el desarrollo de los acontecimientos.
-La gente estaba muy, muy enfadada-dijo Pedro.
-Al principio eso se notaba en el cara a cara. No te temblaba mucho el pulso cuando apretabas el gatillo. Menos aún cuando gran parte de las bajas se producían a larga distancia, y en pocas ocasiones podías ver claramente el lugar del impacto y la cara, entre sorpresa y horror que tenían los combatientes que recibían un impacto y sabían que iban a morir. Algunos tenían algo más de suerte y caían al instante, sin más. Luego avanzabas y veías que habías hecho blanco. En otros casos eran programas informáticos los que dirigían las armas y en definitiva, alguien se limitaba a dar la orden y a apretar un interruptor.
-Es más fácil matar a distancia, dándole al botón ¿verdad?-Preguntó Daniel.
-En general, es todo más fácil si no lo ves. Y aquélla forma de esconder los aspectos más oscuros o vergonzantes de nuestra forma de vida estaban a la orden del día antes de que todo comenzara. Eran como nuestra segunda naturaleza. No es raro pensar que aquéllo se trasladara a la forma de matar.
-Suena asqueroso...-intervino Alicia.
-Y lo peor es que con el tiempo, o te acostumbrabas a eso o perdías la cabeza. Era un constante caminar en la línea roja que te separa de la locura. Y todo con un fusil en las manos, mientras intentas sobrevivir y tomas consciencia de la barbarie que se estaba templando-dijo el profesor.
-¿Y cómo no os disteis cuenta de eso antes?-preguntó Alicia.
-No lo se. Parecía que todo estaba disuelto. Era como si el calor de las bombas lo hubiera derretido todo. Los humanos y las cosas inertes parecían haberse alterado y confundido. Cualquier otro era un extraño y a la vez un enemigo potencial. Habíamos llegado a una especie de delirio solipsista.
-¿Soliqué?-soltó Pedro.
-Solipsismo: solo yo. Solo existo yo-resolvió David.
-Las otras personas eran como marionetas o ya no eran personas-dijo Daniel.
-El otro era "lo que no es yo” en un sentido radical. No era un semejante-a-mi. Eso se aplicaba a cualquiera que no tuviera un fusil entre las manos o no tuviera la misma bandera en el uniforme. Lo peor era que las cosas en el frente continuaban adelante mientras comenzaba el gran hundimiento. Las primeras noticias me llegaron por rumores cuando estábamos intentando asegurar la costa de Túnez, intentado ampliar desde el interior una cabeza de playa.
-Me han contado que fue una auténtica agonía. Era imposible atender a la gente y todo se vino abajo. Faltaba energía, comida y medicinas y con el tiempo, la gente empezó a descontrolarse-dijo Valentina.
-Violencia, robos y represión en el corazón de Europa, Norteamérica y buena parte de América latina, en las islas del Pacífico...-David hizo una pausa-. Pero al final el esfuerzo de guerra se hizo imposible. Se mostró como la muestra más absurda de la dinámica que había dominado los acontecimientos. Familiares y amigos empezaban a palidecer y a enfermar en las colas de reparto de comida del gobierno. Habíamos retrocedido al inicio de la revolución industrial porque la misma máquina creada a principios del siglo XIX quebró, se colapsó. Lo curioso era que podíamos monitorizar lo que pasaba en nuestras casas desde el campamento porque algunas radios se las habían apañado para continuar con la emisión. Estábamos en África, en el continente que vio dar los primeros pasos al homo sapiens, el lugar donde el hambre y la dejadez política habían anidado durante buena parte de la historia moderna, escuchando relatos sobre la muerte de personas en lugares lejanos. Lo mismo, pero cambiando los actores. Empezamos a reflexionar sobre la locura que habíamos sembrado y la ceguera que la había precedido. En algún punto que no logro ver, habíamos perdido una buena parte de nuestra humanidad, que no recuperamos hasta vernos hambrientos, enfermos y pobres.Fue en esa igualdad en enfermedad, hambruna y pobreza cuando descubrimos al otro como verdaderamente semejante, al otro como mismo.
-Y al final se dejó de combatir. Se escenificó el final oficial y punto final en París-intervino Pedro.
-Antes empezaron a haber deserciones en masa. En mi caso, ocurrió que los oficiales nos dijeron un buen día que no avanzábamos más porque al otro lado tampoco lo harían. Al poco tiempo, algunos empezaron a organizarse para dejar clandestinamente el frente. Los que tenían medios robaban vehículos y el escaso combustible que quedaba y emprendían la vuelta a casa. Sin embargo, hay una bonita historia que ejemplifica bien cómo termino todo. Se cuenta que en el frente de los Urales habían dejado de morir soldados por heridas de guerra para morir de hambre y frío porque los suministros habían dejado de llegar. Un pequeño contingente de la OTAN se había quedado aislado, apenas tenían comida y carecían de munición. Intentando buscar refugio en medio de un temporal, acabaron en una pequeña aldea a la que había recurrido un grupo de la AUC en una situación parecida. Al verse, ambos bandos armaron las bayonetas e improvisaron armas con los útiles de montaña. Había mucho hastío y miedo y nadie quería pelear más, así que estuvieron unos segundos frente a frente hasta que sin orden previa, los combatientes dejaron las armas en el suelo espontáneamente y compartieron los pocos víveres que tenían. Se dice que al pasar el temporal, buscaron conjuntamente la salida de las montañas y regresaron a sus casas.
-¿Y si eso ocurrió porque no tenían balas?
Al decir esto Valentina, la sala se oscureció y todos corrieron desconcertados al encuentro del profesor, esperando alguna respuesta. David se encogió de hombros y respondió:
-Es posible.

jueves, 26 de enero de 2012

Hacia atrás (4 de 5)

-Buenos días. ¿Habéis pensado en mis desvaríos?-dijo sonriendo el profesor.
Los alumnos rieron mientras buscaban un lugar donde acomodarse. David había cambiado la distribución y había conseguido algunos cojines para los que no tenían más remedio que sentarse en el suelo. Había puesto la mesa en un extremo para usarla como escritorio y había encarado las sillas, el sillón y el sofá hacia ella.
-Debe haber más cuestiones importantes que motivaron la guerra ¿verdad?-dijo Valentina.
-Sí, claro. Desastres de este tipo suelen plantear preguntas serias sobre la forma de vida. Durante los años en el bunker tuve tiempo de pensar, y creció en mí la intuición de que había algo viciado y pernicioso instalado en nuestra forma de pensar y hacer mundo que resultó fatal.
Algunos todavía estaban buscando un hueco en la habitación. Había rostros de desconcierto.
-Algo estaba muy mal si las cosas acabaron así-espetó Pedro.
-Queríamos dominar-resolvió el profesor.
-Pero eso es necesario. Nosotros estamos haciéndolo también-dijo Valentina.
-Sí, pero la nuestra era una dominación que tenia infinitas direcciones pero ningún objetivo más allá del mero control. Ahora nosotros dominamos para intentar salir adelante del desastre. Luego veremos si no volvemos a las mismas. Pero antes de la guerra nuestra forma de vida estaba impregnada de la fuerte necesidad de dominar y controlar. En algunos casos, la burocracia y la técnica parecían moverse solas, como si tuvieran vida propia. Todo era de proporciones tan gigantes que resultaba imparable en cualquiera de sus aspectos.  Recordad todas las injusticias de las que hablamos el otro día y y pensad que esa dinámica de poder, burocracia y técnica que lo envolvía todo era casi omnipotente. Nadie parecía tener la fuerza necesaria para mover ficha y cambiar esa dinámica.
-Y llegó un momento que la cosa se fue de las manos ¿no?-Dijo Daniel.
-Cuando empezaron los primeros conflictos armados la comunidad internacional intentó poner orden y sancionar a los países que comenzaron a faltar a los derechos humanos, a comenzar guerras ilegítimas o a saltarse a la torera los acuerdos de no proliferación nuclear. Pero lo que ocurría era que toda esa red empujaba las cosas de tal manera que la dominación infinita resbalaba en todas direcciones, haciendo imposible el control mismo. Cada cual intentaba llevar su dominio tan lejos como podía, creando una tensión cada vez más poderosa-explicó el porfesor.
-¿No había escape a eso?-Preguntó Pedro, sentado esta vez en el sofá junto a Alicia y a otra chica pelirroja con pecas.
-Podría haber sido posible, aunque también tendría sus problemas. La comunidad internacional tenía su máxima expresión a nivel institucional en la ONU. Esta organización tenía la misión mediar en conflictos. Pues bien, muchos pensaban que la ONU debía tener el carácter de una entidad supranacional fuerte.
-¿No era así?-preguntó Alicia.
-Pues claro que no. Había un voto por nación, pero no todas las naciones eran iguales porque habían unos pocos que tenían un estatus dominante. No había acuerdo si esos miembros no lo querían-dijo Daniel mirando a la chica con vehemencia-. Era una mentira.
-Muchos se apoyaron en la teoría de Hobbes para reforzar la organización-dijo el profesor levantándose de su silla y dibujando en la pizarra una especie de engendro alargado delante de una persona hecha con simples rayas-. Hobbes entendía que el Estado era un enorme monstruo creado por los hombres para llevar la paz al Estado, administrar la justicia y así poder poder llevar las cuestiones públicas en un clima sosegado. Era un monstruo porque el Leviatán podía proteger a los miembros del Estado de los miembros, por así decirlo, canallas. Y por supuesto, ese monstruo también los protegería de otros estados canallas. Pues bien, la idea era que muchos querían hacer de la ONU algo así como el Superleviatán.
-¿Y eso no fue posible?-preguntó Alicia.
-El conflicto de intereses, la falta de entendimiento y la voluntad de dominio eran demasiado fuertes. Como ha dicho Daniel, el principal problema era que no había una igualdad real entre los miembros de la Asamblea porque las grandes decisiones solían depender del Consejo de Seguridad, donde habían unos pocos miembros con grandes privilegios. La capacidad del consejo de velar por los acuerdos solía verse limitada por estos miembros privilegiados cuando su capacidad de dominio o sus intereses se veían amenazados. La red de control y dominio era gigantesca y casi todas las decisiones en las que se requería que la ONU fuera un órgano con poder coercitivo real, un Superleviatán, solían fracasar-admitió David.
-¿Entonces qué pasó con la ONU?-preguntó Pedro.
-Pues básicamente, que no fue capaz de cumplir su cometido.
-¿Todo se descontroló?-pregunto Alicia.
-Muchos creen que faltando esa entidad supranacional fuerte era imposible que algo así no ocurriera. Otros piensan que la cuestión no la existencia de esa entidad con capacidad de controlar a los controladores, algo así como un Estado para todos, sino que el problema estaba en la propia cultura de control y dominio-dijo el profesor.
-¿Entonces qué, sólo se podía esperar a que pasara?-Dijo Valentina, sentada en el suelo en el fondo del comedor.
-Quiero que sobre eso penséis vosotros solos. Mientras, voy a sacar alguna cosa para comer-dijo el profesor saliendo de la habitación.
Al lado de la cocina de leña David tenía un armario que le servía de despensa. Sacó una gran fuente de latón lacado de color blanco, cortó en trocitos los cinco bollos de trigo con azúcar que había canjeado por la mañana con el bono de racionamiento, los calentó en el horno y los sacó a sus alumnos. El papel moneda había comenzado a circular recientemente, pero a los funcionarios (que constituían la mayor parte de los trabajadores) todavía se les pagaba el salario con bonos de racionamiento que canjeaban en los centros de abastecimiento.  Los bollos duraron poco menos de diez segundos. Aún con la boca llena, Daniel se dirigió al profesor:
-¿Donde estaba usted cuando empezó todo?
-¿Te refieres a cuándo empezaron los primeros combates o cuando ya me vi con la guerra frente a mi casa y me uní al combate?-preguntó David.
-Pues, ya que estamos, a las dos cosas.
-La verdad es que en los años previos empecé a notar que las cosas no andaban bien. No era un discurso nuevo y en mis años de estudiante era el pan de cada día escuchar cosas de esas. Por un lado, tenía mucha fe en las personas, pero por otro seguía inquieto, porque las cosas empezaban a tomar un cariz más enrarecido a la luz de algunos discursos políticos. La cuestión del multiculturalismo hacía aguas por todas partes y había una ola de tribalismo que empezó como un legítimo reconocimiento de diferencias que al final degeneró en xenofobia, etnocentrismo y hostilidad grupal. En Israel y Palestina el discurso pasaba ya a deshumanizar al otro, como ocurría entre norcoreanos y surcoreanos, entre japoneses y norcoreanos, entre los países árabes del norte de áfrica y prácticamente medio occidente, entre demócratas chinos y conservadores, entre Irán e Israel...etc. Todos los polos se agudizaban y radicalizaban. Cuando escuchaba discursos y argumentos notaba que las cosas se ponían feas. Entendedlo así: si tu interlocutor en un conflicto deja de ser un hombre y pasa a ser un moro, un cerdo occidental, un imperialista, un ladrón, un robot amarillo o cualquier cosa por el estilo, su condición de humano desaparece y te resulta más fácil llegar a la masacre. Al principio tenía aun la convicción de que algo podía hacerse para cambiar la dinámica hasta que me vi en la tele cómo la guerra entre Indios y Pakistaníes terminaba con una gigantesca traca nuclear. Entonces ya tenía la certeza de que aquéllo podría llegar a ser una inmolación a gran escala. Y con ello se desvaneció la fe en la humanidad que había tenido en mi juventud.
-Que miedo- soltó Pedro.
-¿Dónde te metes ante una conflagración nuclear mundial?. Vosotros sabéis que eso finalmente no pasó, pero por entonces hubo una especie de histeria colectiva. Surgió un un terror que al menos sirvió para que hubiera, aunque tarde, algunos acuerdos de no agresión nuclear.
-Ya, pero  era tarde hubo desastre ecológico igualmente. Además, la gente siguió matándose con otra clase de armas mientras el mundo se iba a la mierda-dijo Daniel.
David asintió sin más, miró su reloj y dio por terminada la clase. Mientras se iban borró el monstruo de la pizarra y les recordó que a la semana siguiente continuarían hablando de aquéllo.  

jueves, 19 de enero de 2012

Hacia atrás (3 de 5)

-Profesor, he estado pensando en la pregunta y creo que el hambre es un factor importante, pero no es el único-dijo Valentina.
-Claro que no, pero tengo la convicción de que es uno de los decisivos. Quiero que visualicéis el cuadro: Una persona en el primer mundo pasar todo el día comiendo sin parar delante de su televisión, su ordenador o simplemente no haciendo nada. La cultura era la de elevar indefinidamente las condiciones de vida, cargando los costes no deseables de esas mejoras al medio ambiente y a terceros, invisibles o silenciados. Cualquier mínimo atisbo de empobrecimiento se vislumbraba con una tragedia mientras sabíamos que cada día moría muchísima gente de hambre.
-¿Seguro que rebajar vuestras condiciones de vida era la solución, eso es hacer algo para no sentirnos culpables?-replicó la muchacha bajando las cejas.
-Yo creo que no. En primer lugar, podemos cuestionar esas formas de vida por insostenibles y segundo por egoístas. La ganadería intensiva, por ejemplo, requería ingentes cantidades de energía y agua que podían ser usadas para producir otros alimentos. Recuerdo haber leído que para producir un kilo de trigo se necesitaban unos novecientos litros de agua, mientras que para un kilo de carne de res eran necesarios unos dieciseis mil litros de agua. Por otro lado, los animales evidentemente comen. Parece ser que alrededor del treinta por ciento del grano que se producía de destinaba al ganado. Y tampoco debemos olvidar el combustible que movía estas formas de ganadería.
-¿Hacerse vegetariano era la solución?-Preguntó Pedro.
-No era obviamente, un problema a resolver con un golpe de varita mágica. Teníamos un sistema de producción de alimentos (y en general de bienes mateeriales) que hacía gastar y gastar recursos como si fueran ilimitados. La maquinaria  pensada intentaba producir cada vez más para poder sobrevivir, ser fuerte y perpetuar su posición dominante para poder ejercer más presión en la consecución de sus intereses. Era un ciclo de consumo y dominación creciente.
-Eso tiene que ver con la mentalidad, con ese sueño del que hablabas cuando empezó el siglo XXI-intervino Daniel.
-Estoy convencido de ello. Y cuando las cosas se pusieron feas, había un motivo de peso para que la rabia contenida explotara.
-¿Y todo esto fue suficiente para librar una guerra como la que cuentas?. No me encaja-comentó Valentina.
-No es que eso fuera un desencadenante, sino un elemento importante del clima y luego, un elemento importante de los discursos, que por otro lado, estaban dominados por odios tribales y por ancestrales prejuicios etnocéntricos-dijo David-. Creo que deberíamos tratar estos asuntos con regularidad, pero no a diario. Creo que es una asignatura vital porque aunque no lo creáis estáis en una situación privilegiada para pensar estas cuestiones. Sin embargo, aunque es una materia importante, posiblemente la más importante, no es la única, así que trataremos esto al menos una vez por semana. Serán nuestros diálogos sobre la guerra.

A las dos de la tarde los alumnos se despidieron del profesor. Cuando se marcharon todos los muchachos David echó el cerrojo de su puerta y se quedó inmóvil frente a ella, ensimismado. En aquél silencio, se dijo entre lágrimas: “Diálogos sobre la guerra”.


***

El Miércoles llegó a su casa una vieja pizarra junto con un paquete de tizas . Aquello puso de buen humor a David, que no se encontraba bien desde el lunes. Traer a su memoria esos días no le resultaba nada agradable, y en más de una ocasión pensó en de dejar aquélla tarea y se preguntaba si los muchachos no estaban ya hartos de oír hablar de una guerra que no habían vivido. Sin embargo, a pesar de la terrible sensación de decaimiento y culpa que le producía recordar todo aquéllo, veía necesario que sus alumnos no entendieran la guerra y y la desolación que trajo consigo como una historia pasada sin ningún significado para sus vidas. Ellos eran los hijos de aquélla singular posguerra en la que el hombre era nada que volvía a la nada.
Al día siguiente abrió un armario olvidado y sacó los viejos tesoros que había podido ir rescatando a lo largo de los años. Distribuyó sobre la mesa del comedor decenas de periódicos y libros que guardó desde que empezó el conflicto, se sentó frente a ellos y leyó mientras iba ordenando sus recuerdos.
La reacción en la comunidad de naciones fue de profunda consternación ante lo que había ocurrido en la conflagración indopakistaní, pero las lecturas más profundas de lo ocurrido solían ser contradictorias y confusas. Esta falta de coherencia era reflejo del lo que ocurría en el plano político. La comunidad internacional no pudo sacar nada en claro de todo aquéllo porque resultaba imposible un acuerdo en la ONU debido a las distintos intereses económicos y estratégicos. En ese ambiente había muchas regiones que contenían la respiración ante el fantasma nuclear.
El día 5 de Agosto de 2016 el líder coreano anunció que “cualquier acercamiento a Pyonyang tendría graves consecuencias para Seúl y sus aliados”. Al día siguiente se anunció un alto el fuego que dejaba anclados a ambos bandos a lo largo de una densa franja situada a unos cincuenta kilómetros al norte de la anterior frontera. Lo que ocurrió durante esos meses de incertidumbre hasta la resolución final es una caja negra. Todos los periódicos hablaban de la crisis mientras deslizaban entre líneas mensajes de angustia y temor. En este contexto, los viejos interlocutores: ONU, UE, China y Rusia estaban noqueados debido a lo acontecido en el subcontinente indio. La ONU estaba enferma de discordia, China estaba enzarzada en una auténtica guerra civil entre la facción comunista-conservadora y la democrática de la que no lograba salir.Por su parte,  Rusia y Europa sólo lanzaban mensajes colmados de incerteza y confusión ante la violenta situación geopolítica en toda Eurasia.

miércoles, 11 de enero de 2012

Hacia atrás (2 de 5)

 -El profesor que tuvimos el año pasado nos explicó que había problemas: conflictos armados, tensiones sociales y culturales, pobreza… etc. Esa utopía que dices no era real-replicó Daniel.
-Lo que he dicho es que la gente creía vivir una utopía a pesar de los problemas. Voy a ver si explico mejor eso: Del mismo modo que tomábamos distancia con el pasado, también nos distanciamos, esta vez psicológicamente, de asuntos que podían enturbiar ese clima. El hombre de a pie consideraba sus problemas sólo aquéllas cuestiones que realmente convivían con él, y la política respondía a ese input poniendo los medios para solucionar solo esas cuestiones ¿Os acordáis que antes os dije que no teníamos una medida de cuánto más queríamos? Pues bien, en nuestras sociedades, gran parte de la energía se quemaba en satisfacer una sociedad enferma de insatisfacción.
-¿Y ese clima de verdad ayudo a que se iniciara todo? ¿Cómo?- Preguntó un muchacho que ocupaba con otros dos compañeros el sillón.
-Mientras medio mundo se preocupaba de sus asuntos, la otra mitad malvivía y hacía de la miseria, del horror y la enfermedad su día a día. Como ha dicho Daniel, había hambre y conflictos bélicos. Mientras, nuestra forma de vida tenía como uno de sus pilares dejar en segundo plano todas aquéllas cuestiones que estaban a la vista solo con sólo encender la televisión, abrir un periódico o conectarse a la red. No necesitáis que os explique la cantidad de información de la que se disponía.
Los muchachos solo hicieron un gesto para indicar que aquello no era necesario. En ese instante David se dio cuenta de que en su pequeña sala de estar reinaba la quietud. Los muchachos le miraban en silencio esperando a que continuara la explicación. Concentrado en ese silencio, su subconsciente le trajo a la mente aquel día en el que impávido, contemplaba el chorro de luz amarilla dibujaba en su televisión la forma del ángel de la muerte. David aún recordaba cómo el impacto de aquella imagen le hizo orinarse encima, antes de apartarla de su cabeza.
-¿Todo aquello se volvió en nuestra contra?-dijo Alicia.
-Sí, la ceguera hacia el pasado nos impidió ver que la estructura profunda de muchos de los conflictos que antaño habíamos asociado a un clima prebélico estaban tocando a nuestras puertas. Creíamos tener la lección aprendida, pero los estadistas solo fueron capaces de reconocer estos síntomas cuando aquello era imparable-respondió el profesor.
-¿Hablas de las violaciones de los Derechos Humanos en el conflicto Israelí o los problemas en Corea, Afganistán, China o cosas como la creación de la Comandancia Árabe Unida?
-En realidad yo me remonto a algo antes. Cuando apelé al "efecto 2000" quería llamaros la atención sobre el tipo de cultura que rodeaba aquéllos años. Formaba parte de nuestra vida saber que gran parte de la población mundial vivía un autentico infierno. Pero como nuestra capacidad de acción quedaba restringida a los asuntos que a la mayoría de nosotros nos tocaban directamente, asuntos como el hambre en el tercer mundo estaban siempre a la cola en nuestras prioridades. Y eso sí que tuvo un efecto en nuestra contra.
-Suena fatal esa manera tan pragmática de plantear el asunto del hambre. Y ya sabemos que había muchísima hambre antes de la guerra-espetó Daniel.
-Es un hecho que el hambre propicia que la conciencia de las gentes se vea más fácilmente empujada a hacer, o sencillamente dar su visto bueno a acciones que en otros casos no haría si tuviera satisfechas sus necesidades básicas. Esa es una de esas obviedades que se olvidan-replicó David-. Por otro lado, precisamente el que insista en el asunto del hambre hace que no solo hable de la guerra desde una perspectiva neutral y amoral. Hablar del hambre en este caso es hablar de sufrimiento y muerte evitables. Y hablar en estos términos es sacar a la palestra cuestiones éticas.
-Ya...
-¿Y no es posible que estés cargando una responsabilidad que en realidad no os tocaba? Además, al decir que el hambre hace a la gente hacer cosas que de otra manera no harían no has explicado del todo cómo el hambre llevó a la gente a la guerra-dijo una chica que estaba sentada en una silla, junto a la mesa.
-Eso, eso. Valentina tiene razón. Vosotros vivíais vuestras vidas y la situación de esa gente estaba causada por sus gobiernos-interrumpió airado el muchacho acomodado en el sillón.
-Veamos eso…-prosiguió David fijando la mirada en el muchacho.
-Pedro, me llamo Pedro.
-Bien Pedro-dijo paseando la mirada del muchacho a Valentina-. Las cosas en lugares como África y buena parte de América latina y Asia no eran solo producto de gobiernos corruptos porque nosotros también los teníamos y no vivíamos en aquélla miseria. Es difícil explicarlo evitando generalizaciones que dejen de lado la particularidad de cada nación, pero en buena parte de esos casos los problemas endémicos estaban causados no sólo por la ineficacia de sus gobernantes, sino por nuestra incidencia directa o indirecta. Vale como incidencia directa la forma en que muchas de esas regiones habían sido arrasadas en el pasado por nosotros y abandonadas a su suerte cuando dejaban de ser valiosas o las cosas simplemente se tornaban turbias. Este caso vale para prácticamente todo el continente africano. Otra forma de incidencia directa era el expolio, a veces legal, a veces ilegal, que nuestras corporaciones llevaban a cabo en sus fuentes de recursos naturales. Por no hablar de las de condiciones trabajo que nuestras corporaciones imponían en aquéllos lugares como condición para su establecimiento.
-Pero esas cuestiones podían haberse resuelto poco a poco si tuvieran gobiernos que gobernaran para todos y no para unos pocos, encargándose de ir mejorando el nivel de vida en vez de instalar el terror-protestó Pedro.
- Es posible. A veces la violencia local hacía que en aquéllos lugares imperara el caos y hacía imposible restaurar la paz. Y donde no hay paz no hay más que miseria. Pero lo que en realidad ocurría es que algunos de esos gobiernos estaban respaldados por las potencias del primer mundo-dijo el profesor.
-¡Y eso se sabía!-Gritó Pedro visiblemente airado, haciendo aspavientos que obligaron a apartarse a sus compañeros de asiento.
-En algunos casos era flagrante, mientras que en otros las reglas de juego lo permitían sin reservas de ningún tipo.
-Entonces no siempre los poderosos eran responsables de lo que ocurría a pesar de que no mejoráramos las condiciones de vida-dijo Valentina.
-Para nada, esas reglas dependían de las naciones poderosas. Las condiciones de vida no se mejoraban porque un reparto más igualitario se veía como un empobrecimiento y una rebaja de las condiciones de vida de las naciones que se llamaban a ellas mismas desarrolladas. Aunque fuera legal, a mi no me parece que aquello fuera moral-replicó Daniel.
 -Suponiendo que las mismas reglas de juego que llevaban a esas situaciones de explotación y pobreza se pudieran justificar puntualmente, la moralidad de mantener en el tiempo dichas reglas de juego es más difícil de sostener, e indudablemente podía entenderse (y de hecho así se entendió) como una forma de violencia indirecta. Entendedme: no se hacía daño con balas, bombas o expropiaciones y por ello la violencia no era directa, pero se condenaba a la miseria y a la muerte y por ello la violencia era indirecta. En este contexto ¿entendéis mejor la relación entre pobreza y violencia? -preguntó David levantando la vista hacia la ventana por la que entraba una luz gélida y mortecina, filtrada por la niebla-.Pensad en esto y lo retomamos después de un descanso.
El coloquio se fue disolviendo lentamente al tiempo que se formaban algunos grupos de chicos que continuaban discutiendo o mataban el tiempo con juegos. David se alejó de la pequeña habitación en dirección a su dormitorio. Allí se tiró en la vieja cama e hizo un esfuerzo por recordar aquéllos años amargos. Regresaron los momentos posteriores a la difusión de aquéllas imágenes indescriptibles en las que el mundo entero estaba al borde del abismo. Hasta ese preciso instante, la muerte de personas reales a través de la televisión era algo cotidiano que no alteraba mucho su ánimo. Resultaba trágico que tanto David como cualquiera de sus vecinos aceptaran inconscientemente que la intolerancia ante el dolor en lugares lejanos estaba cómodamente apartada de la vida pública y privada.
David comenzó a darle vueltas a los hechos. Al principio de todo, se seguía contemplando la violencia en lugares como Cachemira, China e Israel como un hecho ajeno y pasajero. Cuando los problemas empezaron a multiplicarse y la violencia empezaba a hacerse más virulenta, la sensación de inseguridad sólo tocó algunos ámbitos, que no tuvieron el eco necesario. Ni siquiera la guerra civil china que estalló un año antes del inicio de la guerra indopakistaní consiguió hacer que la idea de que la muerte en masa podía llamar a la propia puerta llegara demasiado tarde para frenar lo que estaba por llegar. Después de un serio fracaso diplomático India y Pakistán se encontraban oficialmente en guerra. El 5 de Marzo de 2016 un brazo de las tropas Indias desplegadas a lo largo de la frontera con Pakistán avanzaba hacia el norte, rumbo a Baltistán, una región de Cachemira en manos de Pakistán. La comunidad internacional (en concreto la ONU), no solo fue incapaz de evitar la guerra, sino que no pudo hacer cumplir unos mínimos de respeto entre los dos países beligerantes. Antes de la guerra, el terrorismo, presuntamente amparado por Pakistán, hizo que India empezara a perder la paciencia y hubo numerosas y confusas denuncias de violaciones de derechos humanos. Cuando estalló la guerra, había demasiado odio contenido y todos los días había masacres de civiles.
Mientras tanto, la tensión entre las dos Coreas se recrudecía y el escaso crédito en el consejo de seguridad de la ONU se debilitaba cuando una vez más se rompía un acuerdo por medio de veto. A pesar de la oposición generalizada hubo intervención militar. El día 12 de Julio empezaba el choque a lo largo del paralelo 38º entre Corea del Norte y Corea del Sur, amparada por EEUU y un simbólico contingente japonés. En Israel las cosas empezaron a empeorar desde la guerra del Líbano. Paso a paso, días tras día, se rumiaba odio en los dos bandos, odio que fue sin duda el caldo de cultivo de una herida infecciosa que no solo no lograba curarse, sino que producía incapacidad, parálisis y muerte. Las estrategias tanto por parte de Israel como por parte de todas las facciones que tomaban parte en el conflicto en Gaza comenzaron a hacerse más agrias. La tensión se disparó cuando la Liga Árabe incluyó un Comandancia Árabe Unida que funcionaba de manera parecida a la OTAN. La posibilidad de un mundo árabe armado y coordinado infectó de miedo todo Oriente Próximo. Ese miedo se contagió al mundo entero, junto con la maraña de violencia ambiental, discursos fuera de control y parálisis.
La auténtica locura empezó el 21 de Julio de 2016. David recordó que aquel día se levantó con la noticia de que el ejército Indio estaba logrando un avance bastante rápido. Poco después, las televisiones del mundo entero difundían la noticia de la explosión de un dispositivo nuclear en Nueva Delhi. Minutos después comenzó la escalada nuclear. El mundo entero contemplaba por primera vez, lejos de las simulaciones por ordenador que aparecen a menudo en las películas, los efectos de un combate en el que la destrucción mutua estaba asegurada. Se había puesto en práctica la lógica del 1+1=0.
Hizo números un momento, y estimó que en la explosión de Nueva Delhi murieron unos dos millones de personas. Unos 10 minutos después, tras la escalada nuclear, el saldo de elevaba a unos diez millones más, contando víctimas indias y pakistaníes. Con todo esto rondando su cabeza, se dijo lleno de estupor "sigo pensando igual... en números".
-¿David?-preguntó al otro lado de la puerta una chica, sacándolo de sus delirantes recuerdos.
-Ahora salgo, deja que tome aire-respondió con la voz quebrada.

viernes, 6 de enero de 2012

Hacia atrás (1 de 5)

 -Chicos y chicas, este es vuestro profesor de Letras durante este año.
Estaba tan cansado de tanto cargar ladrillos que David no se había percatado del grupo de chicos que se había reunido unos metros más abajo. Le dolía la espalda. Se irguió lentamente, rió hacia adentro y se dijo: “por fin, se acabó el trabajo entre cemento y ladrillos”. Tras quitarse el sudor de la frente con la camisa, bajó del andamio. Había estado los últimos cuatro años trabajando en tareas de reparación, a la espera de un puesto como profesor, uno de sus sueños de juventud. Sin embargo, había pasado tanto tiempo desde que redactó la solicitud y realizó la prueba que ya no esperaba que llegara el día en que tuviera una clase para él.
-¿Así que este es el profe?-dijo un chico de unos dieciocho años, mirando con desprecio al enclenque hombre de aspecto cincuentón que tenía enfrente.
-¡Silencio!- espetó una mujer mayor, encorvada por la edad pero con una mirada que irradiaba vitalidad. A juzgar por su aspecto, debería tener más de noventa años.
-Dios mío, una anciana. Y muy mayor por cierto-pensó para si el recién nombrado profesor-. Buenas tardes ¿qué hacen aquí?. No he recibido ninguna notificación…
-Eso quería explicarle-cortó la anciana hablando rápidamente-. Hoy comienzan las clases y estamos muy ocupados en nuestro departamento. Tenemos pilas y pilas de papeleo y nos ha resultado imposible hacer llegar las notificaciones por correo a tiempo. Además, como sabrá, las escuelas están al límite y estamos encontrado dificultades a la hora de levantar nuevas. Si no queremos privar a los chicos de educación, tenemos que improvisar aulas. ¿Estaría dispuesto a dar clase en su casa a este grupo?
-No hay ningún problema-contestó David, recordando un artículo que hablaba de la escasez de escuelas y personal debido al Baby Boom de la posguerra.
-Perfecto, pues firme en este impreso. Aquí, bien. Estarán a su cargo de nueve de la mañana a dos de la tarde los lunes, martes y viernes. El resto de días estarán con el resto de profesores, tratando otras materias. Estas son sus fichas. Por cierto, me llamo Victoria-dijo mientras acercándose a David y  hablando a susurros-Haga algún descanso o se alborotarán y a mitad de mañana no habrá quien los controle.
-De acuerdo, lo haré.
La mujer desapareció moviéndose nerviosamente, como en mitad de una sobredosis de cafeína. Permaneció un rato callado, delante de un grupo de unos 20 chicos que le miraban con ojos desconcertados. Realmente tendría que tener muy mal aspecto. El trabajo había sido matador en la reconstrucción de la estación de tren. Aparte del aquél intenso trabajo, con el que no estaba nada contento, se encontró con que la notificación de incorporación a la docencia no llegaba, lo que aumentaba su desazón. Además, la suciedad y una debilidad que arrastraba desde su juventud no mejoraban su ánimo.

***

-Gracias por dejarme unos minutos para arreglarme un poco. Me llamo David. A pesar de que no os conozco, juzgo por vuestra edad y vuestras caras que ya sois gente seria y curtida. A vuestra edad en mi tiempo teníamos todo lo que podíamos desear y carecíamos de una medida de cuanto más queríamos. Y cuando te acostumbras a tener casi ilimitadamente, la escasez pesa como una losa. Pero dejemos esto, que ya parezco un anciano contando historias de antes la guerra.
-¿Usted vivió antes de la guerra?- Preguntó una chica de tez morena y pelo lacio oscuro.
-Llamadme David. Y sí, resulta que soy mayor de lo que parece. 
-Nos han contado como era todo antes. A mi me hubiera gustado mucho ver cómo eran los aviones esos con los que íbamos fuera de la tierra-dijo aquélla chica, que se llamaba Alicia.
-Yo he oído la historias de antes de La Guerra y aun no entiendo cómo se llegó a aquello. No entiendo cómo vuestra gente no hizo nada-dijo un muchacho con tono serio, que se presentó como Daniel Bellido.
-Esos aviones se llamaban transbordadores, y se dejaron de usar un poco antes de La Guerra. La respuesta a tu pregunta es tremendamente compleja y es posible que estemos demasiado cerca  en el tiempo para entender que ocurrió entonces- David dijo esto bajando la cabeza, apesadumbrado, escapando de los recuerdos-. Y además, eso ya serían batallitas.
-No, cuéntenos, y escucharemos una historia más. Cuesta mucho estudiar con escasez de libros, pero tiene su gracia. Y si resulta que su historia no sólo es el desvarío de un hombre destrozado, quizás se olvide para siempre si nosotros no la retuviéramos-dijo Daniel.
La clase estaba repartida por toda la sala de estar de la modesta casa del profesor; amontonada en el sofá, en el sillón de polipiel rajado, las cuatro sillas que tenía y repartida por el suelo. Las palabras del alumno pícaro tenían algo de maldad, pero también auténtica curiosidad. Los alumnos prestaron atención al ver que las palabras de Daniel habían convencido al profesor.
-Yo creo que el desastre se produjo en un clima de ceguera absoluta. La posible causa todos la conocemos y la forma en que se precipitaron los acontecimientos también la tenemos más o menos clara. El por qué no pudimos impedirlo es lo que más me preocupa. Los errores que llevan a un desastre de grandes proporciones deben suministrar el material con el que dar forma a costumbres, teorías e instituciones para intentar que estos no se repitan. En mi tiempo creíamos que habíamos aprendido lo suficiente del siglo pasado, pero nada más lejos de la realidad. En esa ceguera, primero entendimos que habíamos aprendido la lección y luego nos distanciamos del pasado. En mi generación ese destierro del pasado empezó cerca del año dos mil. Fijaos, “Año dos mil” era una frase que entonces se podía oír en todas partes: telediarios, periódicos, radio y publicidad repetían aquélla fórmula mágica. Incluso descubrimos que los ordenadores podían fallar porque no tenían en su código el año 2000. Ese error informático, llamado "efecto dos mil" también podría haber dado nombre a la fiebre por aquella fórmula mágica. Entonces, pensábamos que aquella fiebre era simplemente el efecto de lo nuevo y del marketing y que era soberana una tontería. Pero ahora creo que en aquéllo latía algo más profundo. En realidad, al decir en voz alta que estábamos en el año dos mil, o que en breve íbamos a adentrarnos en el Siglo XXI, vislumbrábamos utopías. Incluso nos creíamos ser protagonistas de una. Visto ahora es una idiotez, pero creo que entonces, al referirnos a las nuevas generaciones como los hijos del nuevo siglo, o mejor, del nuevo milenio, veíamos el escape a las locuras que atravesaban los sucesos del siglo anterior. Como si se tratara de una gran catarsis, hablábamos del siglo XX como “el siglo pasado”, y lo hacíamos con una gran sonrisa triunfalista.
-Ya ¿Entonces la gente pensaba que lo que había pasado en el siglo XX no iba con ellos no?-dijo Alicia.
-Y no solo eso, sino que parecía imperar la confianza en que nada parecido a aquello se fuera a reproducir. Además, cuando pensábamos el presente veíamos que nosotros teníamos mucho más de lo que nuestros abuelos y bisabuelos tuvieron. Las cosas, aunque había altibajos, parecían solo mejorar.