martes, 10 de julio de 2012

La nueva movilización total

Elda hoy, Javier Moreno

El sujeto postmoderno es una criatura cuya conciencia se encuentra fragmentada. Podríamos decir que en el puzzle de la conciencia, hoy encontramos más disrupciones que núcleos duros, más dispersión de cohesión y más disolución que integridad. Y es que entre la publicidad, que inunda con fuerza usos y costumbres de cada vez más parcelas de la sociedad, el conflicto entre el imaginario colectivo y el propio, entre los mensajes en el tablón de facebook, los productos que nos hacen productos, la educación seriada y descorazonada y toda suerte de conflictos emocionales, cualquier cosa susceptible de llamarse yo se encuentra bajo un nivel de disolución y alienación que la respuesta a la pregunta sobre la propia identidad se llega a difuminar entre marcas de ropa, firmas de software y hardware, grupos de música, eslóganes políticos y hasta (¡sopresa!) poesías y obras de teatro. La dificultad para trazar los límites de la persona ha sido siempre una cuestión filosófica de mucho calado, pero no deja de ser cierto que en los últimos tiempos han surgido formas cada vez más fuertes de disolución del sujeto, que lo hacen más maleable y disperso.

>Si bien es cierto que la publicidad ha perseguido siempre el mismo fin (procurar una influencia con en el objetivo de alterar la conciencia del sujeto de una determinada manera), sus actuales formas han propiciado un cambio significativo, y es que cada vez resulta más complicado distinguir un mensaje publicitario de cualquier otra forma de comunicación. Hoy día, la forma en que la información vuela y se cuela en nuestras vidas, la suma facilidad con que un vídeo emerge en nuestra esquina del ordenador, se ve un mensaje en una vaya publicitaria o en un envoltorio y  la manera en que dichos mensajes se incorporan a la trama significativa de nuestra vida dan buena cuenta de dos características claves en la transmisión y la génesis de la información: la avalancha y el subterfugio. Esto es, la sutilidad y la minuciosidad en la elaboración del mensaje y la capacidad para inundarlo todo con la intención de hacerse un hueco en la avalancha informativa. Con esto, la alienación del sujeto se puede dar a escalas industriales, con mucha más eficacia y racionalización. El "fenómeno meme" puede ilustrar esto perfectamente, ya que podemos observar en el cómo una pequeña porción de información puede amplificarse con pocos medios y constituir nuevos significados con gran importancia en nuestra vida. Nuestra capacidad de identificarlos en foros y vídeos se debe a la sencillez, la forma humorística y a la clara intención de constituir memes lo más puros e identificables posibles: sencillos, claros y virales. Sin embargo, el meme es algo más que algo gracioso. El meme es la eficiencia informativa, es un mensaje con fuerza máxima pero realizado y difundido con la menor cantidad de medios cuyo objetivo es llegar a la mayor cantidad de destinatarios. El meme al que estamos acostumbrados, es el sencillo meme-visual-chiste, pero ocurre que dada la enorme fuerza de esta forma de comunicacion que permite la movilización de enormes masas de conciencias, su potencial no ha pasado de largo para intereses de todo signo, de modo que esta forma de comunicación se ha usado desde tiempos inmemoriales para vender productos de todo signo, incluidos productos políticos. De hecho, si ya en las primeras reflexiones y estudios sobre propaganda política se concluía que estas formas de comunicación ya se usaban con plena conciencia, no debe extrañarnos que su quintaesencia, el meme viral con forma de eslógan tenga la misma potencia en la conciencia de las gentes que un meme simpático. Con esto, la propaganda política ha conseguido una capacidad para movilizar el universo simbólico de las gentes extremadamente racionalizada y previsora. Absolutamente nada se deja al azar en el juego de la movilización de las masas. Entre estos nuevos memes políticos el sujeto se diluye y se moviliza en pos de la salvación prometida.

En 1930 Ernst Junger describe la movilización total como un proceso que llega a tocar el tuétano de las sociedades en guerra. En ellas, toda actividad está íntimamente ligada a la guerra, al propósito de la nación de acabar con el enemigo: desde el combatiente en primera línea hasta el trabajador o trabajadora de las fábricas de cojinetes para aviones o vainas para balas, pasando por la formación de los niños que serán los futuros diseñadores de armas, periodistas de guerra o quien sabe, los próximos combatientes. El >proceso, según Junger, marcaría la estructura de la sociedad de tal manera que el modelo de movilización total de la población marcaría el ritmo incluso en tiempos de paz:
A pesar de los espectáculos tan grandiosos como terribles de las tardías batallas de material, en las que celebró sus cruentos triunfos el talento organizativo humano, no llegaron a alcanzarse las últimas posibilidades; aunque nos limitemos a considerar sólo el lado técnico de ese proceso, sólo cabe alcanzarlas cuando la imagen del proceso bélico se haya ya inscrita en el orden de la situación de paz. Así estamos viendo cómo en muchos Estados de la posguerra los nuevos métodos de los equipamientos bélicos están ya coartados a la medida de la movilización total.

La clave de esta pervivencia es la eficiencia y la enorme racionalización de la maquinaria bélica en otros ámbitos por lado, y la capacidad para movilizar a las gentes en otra clase de empresas que no son la guerra por otro. En concreto, una de las claves de la movilización total actual es el aliento de una poderosa maquinaria mercantil-propagandística cuya mejor arma es el potente meme-eslógan. Enormemente fragmentadas, nuestras poliédricas conciencias habían estado movilizadas en el esfuerzo del consumo, nuestro particular esfuerzo de guerra.Pero desafortunadamente para todos y especialmente para las clases medias y bajas, este nuevo esfuerzo no es suficiente dadas las actuales circunstancias. Si en tiempos de Junger la conciencia se veía  alienada y partida por ideas patrióticas que alentaban a las gentes a la destrucción del enemigo, por ideas políticas salvajes infladas de nacionalismo y pureza racial y teorías políticas y económicas con aires celestiales, ahora se nos moviliza en favor de nuestra propia destrucción y pérdida de dignidad. Los mensajes todopoderosos pretenden hacer creer que el sujeto debe movilizarse en la resignación o en la violencia, sin ninguna clase de término medio. Los mensajes más alientantes, los memes más fuertemente estudiados y difundidos, pretenden hacer creer al ciudadano medio que la situacion es culpa suya, que el responsable es él y que él debe pagar. La nueva movilización total no tiene bastante con la ideología del progreso entendido como el consumo sin freno. Viendo que esta ideología, que convirtió todo mensaje en un meme que nos inducía a la compra se encuentra ahora en stand by, se moviliza al ciudadano medio en la pobreza y en la precariedad. Los hospitales serán peores, los maestros serán peor considerados, las gentes estarán más asfixiadas con facturas y los comercios tendrán más problemas para seguir con su negocio adelante. La nueva movilización total que parece marchar rampante con cada nuevo consejo de ministros  exige un nuevo esfuerzo nacional, un nuevo esfuerzo total, que no es otro que el silencio en el empobrecimiento. Los memes: "esfuerzo y austeridad", "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", "esto es lo necesario", "sólo así saldremos".



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