sábado, 15 de septiembre de 2012

El orden en la imagen: la cámara de fotos como espejo del mundo mediático

"Convención", J.M

Nos encanta el orden. Llámese mengano o zutano, sea blanco, negro, mujer u hombre, de aquí o de allá, encontraremos algún momento en el que admitirá que el orden, al menos en una parcela importante de su vida, es necesario. Lo cierto es que aunque nuestra casa sea un auténtico caos, aunque olvidemos constantemente dónde hemos aparcado, cómo se llamaba el primer presidente de los Estados Unidos o quién es el Ministro de Exteriores, ordenamos desde las nubes hasta lo que se dice y cómo se dice. El orden  lo encontramos importante, vital diríamos: cúmulos, estratos, cirrostratos, sujeto, verbo, determinante, "nunca digas yo al inicio de una frase", "ni se te ocurra soltar una broma ante un tribunal"... etc. 

La clave de todo orden es su poder coercitivo. Todo orden clarifica, jerarquiza y como se puede intuir por su raíz etimológica, manda. Para hablar, es necesario que el discurso esté ordenado, que las palabras sigan un determinado orden y que se adecuen a una serie de reglas. De lo contrario, no habría discurso inteligible. Lo mismo puede ocurrir con otras formas de expresión. Costaría distinguir un poema de un texto científico, una foto de un ballet. Ahora bien, a pesar de que toda coerción tenga adosada una vertiente habilitante, podemos preguntarnos si el ordenamiento puede integrar algún elemento oscuro. Al hilo de esta cuestión y en torno al tema de la coerción en el discurso se expresó Michel Foucault en los 70', en un famosísimo texto titulado El orden del Discurso:

"Supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad".

Foucault entendía que los distintos discursos (político, teológico, tecnológico, filosófico...) responden a unos  códigos que imponen forma, tema, autor (entendido como un título de pertenencia a un grupo) e incluso una verdad determinada y paradigmática a los discursos. El "acontecimiento aleatorio" para Foucault no es más que aquélla singularidad que escapa al orden al discurrir fuera cauce del discurso institucionalizado. En definitiva, ese acontecimiento es el monstruo, lo que está afuera del discurso que atisba una alteridad al mismo, una "terrible materialidad" que anuncia otra verdad cuya tragedia consiste en estar afuera sin ser dicha ni estar dotada de forma o integrarse y formar parte del orden, diluyendo su autenticidad en la masa.

La imagen no se escapa a su propio orden. La reproducción masiva de la que hablaba Walter Benjamin a principios del siglo XX se ha hecho realidad a una escala que sin duda le sorprendería. En lo que a fotografía se refiere, los procedimientos químicos están en vías de extinción y la era de las CMOS baratas y de calidad, unida a la era del plástico, del "made in thailand", el Foxconn, la proliferación y la facilidad para acceder al software de tratamiento de imágenes y la sacralización de la cámara réflex, han hecho de la fotografía un arte masivo, auratizado y fuertemente codificado. Walter Benjamin acertó en la forma en que los medios técnicos conseguirían hacer popular el arte y acabar con el aura mágica de la obra original, y lo hizo especialmente si estamos pensando en la fotografía. Ahora todo el mundo tiene acceso a la obra a través de flickr y no hay una totemización de la obra original, puesto que tal cosa practicamente no existe: son unos y ceros en algún servidor perdido en Moldavia, San Petersburgo, Nápoles o Chinchilla de Montearagón. Afortunadamente o no, la imagen no se venera, simplemente se admira unos segundos y se olvida.  Sin embargo, la veneración perdida se traslada, curiosamente, a los medios técnicos, e incluso a la propia técnica: la cámara de fotos (especialmente reflex) y la particular manera de fotografiar del fotógrafo. Cuando la máquina y el técnico de la misma hacen acto de presencia, se producen cambios en la escena, todo el mundo se ve afectado. !Ponte guapo, puedes acabar en facebook, flickr, o quién sabe, sobre el papel!

El mero hecho de poseer una cámara digital (y de nuevo, mejor si es réflex) ya te convierte en un miembro del club, en un signo de pertenencia a la comunidad de fotógrafos que mantienen el orden de la imagen: el conjunto de códigos y normas que hacen que una foto sea o no aceptada y difundida. Con la cámara en las manos, el nuevo usuario aprende los rudimentos de la imagen y los fundamentos de su reproducción (masiva, hasta que el obturador aguante o el sensor se queme). Es en este proceso en el que el usuario vive en la imagen, lee las imágenes tópicas dentro del orden para aprender y  las reproduce, dando fuerza al orden. En este contexto, la facilidad con que las cámaras digitales permiten al usuario retratar el mundo han convertido a la cámara de fotos en un producto-espejo del universo mediático: parida por el universo de la reproducción masiva, la cámara de fotos digital se ha convertido en uno de los medios favoritos para reproducirlo y perpetuarlo. Al final, encontramos algo así como una "cara negativa" en el orden. Cuando Michael Freeman afirma que "hay una exceso de flores, de arquitectura de ladrillo y paisajes sin nada especial", hace referencia a la falta de interés por otra cosa que no es el propio orden de la imagen, la salida a fotografiar no ya para glosar o referenciar una obra, sino por la pura reproducción, por ser un espejo del mundo dominado por unas determinadas imágenes tópicas que se ven reproducidas hasta el hastío. El fotógrafo Simon Norfolk llega bastante más lejos, y su preocupación tiene que ver con la alimentación de un tópico con la repetición y cómo este tópico altera la percepción que se puede tener de nuestro mundo."Todo el mundo hace las mismas fotos, se crea una memoria colectiva estereotipada que no es real", ha llegado a decir. ¿Es posible salirse de esa memoria colectiva? ¿Toda imagen responde de alguna manera al estereotipo? Si es así y nos descubrimos a nosotros mismos frente al estereotipo ¿tiene sentido hacer la foto?

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