jueves, 4 de octubre de 2012

¿Vivimos en una sociedad cínica? (I): Planteando la cuestión

"Tu ciudad, mi ciudad",  J.M.


No son pocos los que están empezando a hablar de una época postmoral. La complejidad del mundo que nos rodea es tan inabarcable que resulta extremadamente difícil evaluar el horizonte de responsabilidad de las gentes, tanto en el nivel individual como el colectivo. Por si esto fuera poco, a la enorme cantidad de problemas con los que convivimos, se suman otros de nuevo cuño, producto de los nuevos modos de comunicación. Dicho de otro modo: para bien o para mal, ahora sabemos más. Recuerdo que cuando aparecieron los teléfonos móviles, apenas se había implementado una red de internet en España lo suficiente como para que supieramos qué era el coltán. Los simpáticos Nokia 5110 con su  famoso juego del gusano se veían en todas partes, pero no teníamos ni idea de qué era el coltán allá por 1999. Ahora, gracias al Internet, es difícil no saber que el coltán es un mineral bastante escaso con el que se fabrican multitud de componentes electrónicos y que su uso se ha extendido en parte gracias a la difusión de los teléfonos móviles. También sabemos que durante la expansión de esta tecnología la presión para obtener este material ha ocasionado en África numerosos conflictos armados. La pregunta obligada es: ¿son los usuarios cómplices de las llamadas "guerras del coltán"? Las posibles respuestas a la pregunta nunca serán unívocas y tajantes y en muchos casos, partirán de consideraciones en torno al actual contexto globalizado en el que vivimos. La enormidad de las cosas nos impide hablar sin dudar porque resulta imposible tener toda la información, porque todo cambia muy deprisa, porque es imposible tenerlo todo en cuenta. Da la sensación de que siempre se nos puede escapar algo y que podemos cometer un grave error de juicio. La relación entre la enormidad y nuestra incapacidad para hablar de lo que acontece en este mundo gigante fue descrita por Günter Anders allá por 1988:

“En el momento en que los efectos de nuestro trabajo o de nuestra acción sobrepasan cierta magnitud o cierto grado de mediación, comienzan a tornarse oscuros para nosotros. Cuanto más complejo se hace el aparato en el que estamos inmersos, cuando mayores son sus efectos, tanto menos tenemos una visión de los mismos y tanto más se complica nuestra posibilidad de comprender los procesos de los que formamos parte o de entender realmente lo que está en juego en ellos. En una palabra: peses a ser obra de los seres humanos y pese a funcionar gracias a todos nosotros, nuestro mundo, al sustraerse tanto a nuestra representación como a nuestra percepción, se torna cada día más oscuro [cursiva de G. Anders].”

Por entonces, la globalización aun no se había formulado como concepto, pero ya comenzaban a atisbarse sus efectos. Y aunque en 1988 los efectos de la guerra continuaban muy vivos en la memoria de Anders, no sólo en calidad de pensador judío que arrastraba un enorme sentimiento de culpa por haber escapado de los nazis, su motivación para escribir hunden sus raíces mucho antes de la guerra. La idea que va a ser el hilo conductor de la pregunta que por ahora dejamos en el aire es la descompensación entre la dimensión moral del hombre y la capacidad para imaginar las implicaciones de sus acciones junto a la enorme maquinalización de la sociedad.

Para seguir el hilo, tenemos que entender la postmoralidad como la irrupción de una diáspora moral y la necesidad de que la ética deba perder sus pretensiones de objetividad. Que la sociedad sea cínica significa precisamente que llegue a darnos igual blanco que negro y que parte de esto tenga que ver con la imposibilidad para decantarse por una u otra cosa. Lo cierto es que como sociedad la idea de vincular verdad y bondad se nos escapa porque ya lo creemos posible ni desde el punto de vista epistemológico ni desde el punto de vista práctico. Poco a poco, iremos desgranando el asunto (si se deja), pero podemos decir que “lo que está bien” es indistinguible porque prácticamente cualquier cosa es explicable, es racionalizable y comprensible moralmente, lo que significa la total desactivación de la ética y de su compromiso con la verdad. El resultado de esto, bien puede ser una sociedad cínica, que ha vaciado los conceptos y los ha llenado de nihil, de nada.

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