sábado, 13 de octubre de 2012

¿Vivimos en una sociedad cínica? (III): Fragmentación y falta de sentido

"Escombros", J.M


Días atrás postulábamos una sociedad cínica, producto de un estadio postmoral, en el que el juicio moral del sujeto se encuentre enormemente oscurecido por el enorme gigantismo que es la ordenación de nuestra sociedad. El gigantismo puede pensarse como el producto de la gran piel de plátano que la modernidad nos legó y que día a día se refuerza, que no es otra que la confusión entre control y conocimiento, racionalización y libertad, razón y verdad.  La historia de la última pareja es especialmente interesante, porque en ella encontramos el origen de las disputas entre modernos y postmodernos. En concreto y dentro de estos últimos encontramos el retrato de la razón que realiza Nietzsche, que muestra el carácter tramposo y fabulador de la razón.  Curiosamente, algunos pensadores que podemos llamar modernos ya empezaban a sospechar que la razón era una poderosa herramienta, pero puesta en manos de una criatura algo pícara e interesada. Autores como Hume ya entrevieron la oscuridad que se generaba al anfrontar racionalmente ciertas cuestiones morales, puesto que ante ellas, la razón callaba o sólo podía emitir un juicio interesado, camaleónico y endeble. Ante ciertas cuestiones, la razón o bien se ponía en marcha en una dirección o en otra para argumentar, pero no era capaz de iluminar la verdad, sino más bien, apuntalar una opción y hacerla más verosímil. Curiosamente, un esfuerzo racional en dirección contraria conseguía lo mismo, por lo que la razón quedaba muy lejos de ser la salvaguarda de la moral verdadera. "Bien" y "mal" debían quedar fuera del vocabulario de la experiencia y de la demostración, por lo que no había manera de que ese vocabulario saliera de nuestra sensibilidad y gusto con la fuerza de la verdad. Estas consideraciones hicieron fuerte el emotivismo como teoría moral y nos empujaron a la fragmentación y a un cierto relativismo. Esta historia de la ética y la filosofía explican, junto a la cuestión de la alienación, la aparición de la postmoralidad y de ese cinismo social que postulamos.  

Dentro del decurso de esta historia es conveniente citar a Alasdair Macintyre, uno de los teóricos de la ética más influyentes del último tercio del siglo XX y autor de una de las obras que mejor pueden ilustrar la dimensión filosófico-lingüístico-social de la pregunta sobre el cinismo y la postmoralidad. En Tras la Virtud, Macintyre cuenta la siguiente historia:

Imaginemos que las ciencias naturales fueran a sufrir los efectos de una catástrofe. La masa del publico culpa a los científicos de una serie de desastres ambientales. Por todas partes se producen motines, los laboratorios son incendiados, los físicos son linchados, los libros e instrumentos, destruidos(...). Mas tarde se produce una reacción contra este movimiento destructivo y la gente ilustrada intenta resucitar la ciencia, aunque han olvidado en gran parte lo que fue. A pesar de ello poseen fragmentos: cierto conocimiento de los experimentos desgajado de cualquier conocimiento del contexto teórico que les daba significado; partes de teorías sin relación tampoco con otro fragmento o parte de teoría que poseen, ni con la experimentación; instrumentos cuyo uso ha sido olvidado; semicapitulos de libros, paginas sueltas de artículos, no siempre del todo legibles porque están rotos y chamuscados. Pese a ello todos esos fragmentos son reincorporados en un conjunto de practicas que se llevan a cabo bajo los títulos renacidos de física, química y biología (...). Los niños aprenden de memoria las partes sobrevivientes de la tabla periódica y recitan como ensalmos algunos de los teoremas de Euclides. Nadie, o casi nadie, comprende que lo que están haciendo no es ciencia natural en ningún sentido correcto (...). La hipótesis que quiero adelantar es que, en el mundo actual que habitamos, el lenguaje de la moral esta en el mismo grave estado de desorden que el lenguaje de las ciencias naturales que en el mundo imaginario que he descrito. Lo que poseemos, si este parecer es verdadero, son fragmentos de un esquema conceptual, partes a las que ahora faltan los contextos de los que derivaba su significado.

A partir de esta metáfora, Macintyre explica por qué en nuestra sociedad la moral es un asunto subjetivo y por qué toda discusión moral es una trampa sin salida: todo el mundo habla desde tradiciones distintas. Toda argumentación parte de determinadas perspectivas que no son más que fragmentos de nuestra historia moral, tradiciones y topoi que se recitan para reforzar una postura, que en realidad no es más que sensibilidad, gusto, tradición o una mezcla de todas. Todo esto no es más que emotivismo, dicho en una palabra. En definitiva, lo que termina sugiriendo Macintyre es que el lenguaje moral ha perdido completamente su significado porque que al final, cuando una conversación moral avanza hasta las premisas y definiciones básicas y se termina hablando de términos como "dignidad", "justicia"o "libertad", lo que terminamos haciendo es codificar esos términos dentro de una tradición moral que simplemente recitamos porque no hay mucho más que decir, ergo los términos morales se vacían de sentido por inconmensurabilidad entre tradiciones morales. El ejemplo típico de lo que acabamos de describir lo encontramos en el clásico debate en el cual el término clave (por ejemplo, "dignidad") se usa igualmente para defender una postura y la contraria. En resumen: la triste realidad que nos presenta Macintyire es que en el contexto del lenguaje moral las palabras que usamos no dicen nada y todo cuanto tenemos son palabras muy altisonantes, pero tristemente vacías.

Como hemos expuesto, el cinismo explota por los dos frentes que hemos descrito. Por un lado hemos de contar con la perspectiva que nos abre  la racionalización y alienación de la sociedad y por otra, los efectos devastadores que tiene descubrir que la razón nos puede demostrar una cosa y la contraria y que en última instancia el debate moral es interminable porque la inconmensurabilidad endémica a esos debates vacía de sentido el lenguaje moral. El primer frente de explosión del cinismo tiene que ver con los cambios y transformaciones del mundo a partir de la industrialización y la postindustrialización (globalización) y el segundo, precisamente como el motor del primero: la hipertrofia racional y la hiperracionalización de la condición humana.

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