martes, 9 de octubre de 2012

¿Vivimos en una sociedad cínica?(II): Razón, racionalización, alienación e iluminismo

"Burocracia", J.M

El cinismo nace en la Grecia clásica como una hipertrofia de los núcleos racionalistas y escépticos del etéreo cuerpo doctrinal socrático que da como resultado una escuela filosófica que radicaliza la ignorancia humana y la necesidad de vivir de manera sencilla y acorde al propio daimon. Diógenes, uno de los ilustres cínicos, llevó una vida de "rectitud socrática" basada en el desprecio a la forma en que los humanos vivían. Se cuenta que en una ocasión caminaba por el ágora apartando a toda persona que se cruzaba a su paso mientras decía "busco un hombre, todo lo que me encuentro es escoria". Esta anécdota marca el decurso del cinismo a través de la historia de las ideas hasta nuestros días, en los que el cinismo se suele entender como una suerte de misantropía salpicado de un fuerte de relativismo moral.

El componente racionalista tiene gran importancia en la historia del cinismo y en la cuestión de la que nos estamos ocupando aquí, puesto que el cinismo social que proponemos no es sino un compañero de viaje de la postmoralidad. La enormidad de lo que acontece a nuestro alrededor bien puede estar empujando al fenómeno de la postmoralidad y ello se ve reflejado en un cierto malestar cuando discurrimos sobre las prácticas sociales que pueden resultar reprobables moralmente y que en ocasiones nos llevan a pensar que nuestra sociedad es una sociedad cínica.

Los problemas derivados de nuestra enrevesada, poliédrica y gigantesca organización social de los que habla Anders en el texto que citamos días atrás vienen motivados por el enorme esfuerzo racionalizador. Este esfuerzo siempre va precedido de un conocimiento metódico y exhaustivo de un campo de la realidad. Por ejemplo, conocer cómo es la realidad física, química y biológica de nuestro medio nos permite hacer puentes para salvar obstáculos, sintetizar vacunas para erradicar enfermedades mortales y crear máquinas que hacen nuestra vida más fácil. Las ideas de racionalización, conocimiento y control se unen con fuerza a partir de la modernidad. Controlar la enfermedad, controlar el tiempo en el viaje y controlar el confort en nuestra vida es posible gracias al conocimiento y a la aplicación de principios racionalizadores del espacio humano. En parte, este es el sueño de los filósofos desde Bacon, pasando por Descartes hasta Kant. idea más fuerte y que servía como leitmotiv de todo el pensamiento de la época era saber cuáles eran los límites de lo cognoscible y cuál era el contenido de lo cognoscible para acomodar la vida a ese conocimiento; saber para describir, explicar y predecir con el fin de hacer del hombre una criatura menos vulnerable y por supuesto, más libre.

A este sueño del pensamiento moderno subyacía una concepción de la racionalidad que a la luz de los análisis de los sucesos acaecidos durante el siglo XX por parte de algunos pensadores puede ser descrita como ingenua e inocente. El ser humano consiguió perfeccionar la tecnología y revolucionó todos los campos del conocimiento siguiendo principios racionales, aplicando su ingenio y su afán por conocer la verdad. Sin embargo, también consiguió enormes cotas de racionalización en el medio humano, cuyo impacto seguimos viviendo hoy: cadena de montaje, especialización en el trabajo, racionalización del sistema político, buracratización titánica, control del tiempo, medidas de seguridad ciudadana, políticas de disuasión nuclear...  Ha llegado un momento en el que la razón ha destilado una tecnología y un saber que aunque ha conseguido importantísimas mejoras en la calidad de vida de las gentes (del primer mundo), también ha generado una histeria racionalizadora cuyos efectos alientantes ya estaban perfectamente descritos en los escritos de Marx. En este punto hemos ve volver al texto de G. Anders y apuntar que la oscuridad de la que hablaba no es otra cosa que alienación: la sensación de que uno está realizando actividades y en general, está llevando una existencia tan fuertemente mediada por entes externos que pueden hacerle sentir a uno que no está viviendo su propia vida. A mi juicio, este es uno de los puntos clave del cinismo social. Si admitimos que un sujeto está fuertemente alienado, hemos de admitir que incluso sus valoraciones morales pueden estar igual de mediadas que lo están sus relaciones personales, su tiempo libre, su trabajo... En una sociedad postmoral, el sujeto alienado realizaría laxos y flexibles juicios éticos mediado por la enorme maquinaria que lo mueve todo y que impide, con su gigantismo, un juicio moral completo y crítico. Un gigantismo producto de la hiperracionalización de la sociedad.


Otra de las claves ha de rastrearse más allá de los productos materiales de la ilustración y de la racionalización de la vida cotidiana. Hay que buscarlo dentro de la forma en que el iluminismo ilustrado trató las cuestiones éticas y cuáles fueron los resultados y cómo finalmente, se creó una especie de atolladero ético que podemos poner en práctica en cualquier discusión moral que emprendamos.

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