jueves, 8 de noviembre de 2012

La ratonera (I): Reproducción masiva e industria cultural


Da gusto tenerlo todo: Bibliotecas, videotecas, musicotecas... Prosa, verso, cartas, ensayo, crónica... Jazz, clásica, metalcore...Todo está al alcance y lo mejor que es es increíblemente fácil conseguir y realizar una copia (obviamente, dejando cuestiones legales aparte). Es el sueño divino de la vieja biblioteca de Alejadria: conocimiento, técnicas y cultura al alcance de todo aquél que sepa dónde buscar.

La exclusividad en el acceso al saber y la cultura casi ha desaparecido con lo que Walter Benjamin llamaba "reproducción masiva". Hoy día la orquesta sinfónica o el grupo de folk salen de los escenarios para llegar a nuestras casas a través del reproductor. Las imprentas han hecho posible el acercamiento a los museos sin salir de casa y la velocidad de las mismas hace que las publicaciones en papel de todo género se actualicen y florezcan sin freno. La tecnología posibilita reproducciones de gran exactitud de obras de arte de inmenso valor sin demasiado esfuerzo técnico para terminar trayéndoles a las aulas a través de proyectores y fotografías. Sin duda, hoy entendemos la diferencia entre un original y una copia y sabemos valorar una cosa y la otra, pero a la vez concedemos gran valor a la facilidad con que podemos acercarnos a productos culturales que de otro modo nos estarían  vedados. La reproducción masiva y el fenómeno de internet que lo engrandece nos acercan las cosas, lo cual es un gran avance, ya que antaño había que moverse para poder nutrirse culturalmente. Curiosamente, Walter Benjamin esperaba que con la irrupción de la reproducción masiva los originales perdieran su aura mágica, se acabara la veneración y al final, las obras acabaran por considerarse "piezas de museo" en un sentido cuasi despectivo. Por otro lado, la reproducción masiva podía convertir al arte en una herramienta para la difusión de las ideas (marxistas en la cabeza de Benjamin) y el florecimiento de la conciencia (de clase, por supuesto). En resumen: el arte como arma para la transformación de la sociedad. Hoy día lloraría de felicidad al ver que la reproducción es todavía más potente y eficaz con internet. Aunque, siendo realistas, la verdad es que viendo la asociación de la industria con la reproducción masiva, Benjamin lo que haría sería más bien llorar.

Las claves del concepto de industria de la cultura vienen a contradecir en términos generales una idea que podría desprenderse de del concepto de difusón. A saber: que dicha difusión masiva traería un enriquecimiento. Grosso modo, intentaremos desglosar las tesis básicas del concepto industria cultural a modo de esquema para describir el proceso que niega los supuestos aspectos benévolos de la difusión:

1. La reproducción masiva de la cultura necesita de medios técnicos para su realización.

1.2.Para ello, necesita de organizaciones industriales para conseguir la difusión.

2.La industria posee reglas propias, a menudo distintas a las "reglas" del arte o el autor o autores. Por ejemplo, reglas de mercado y eficiencia.

2.2 La industria por tanto, selecciona qué reproduce y cómo lo reproduce según:

a) Lo que genera beneficios.
b) Lo que se acomoda a sus intereses y valores.

3. Finalmente, la industria de la cultura fomenta y patrocina un determinado y muy reducido género de trabajos, que se transforman en productos, igualados y domesticados gracias a la ciencia mercadotécnica. El espectador y el lector se transforman en consumidores. La clave del éxito:

a) Hacer parecer distinto lo que es igual.
c) Intentar convencer al consumidor que adquiere algo especial.
d) Hacer caduco el producto cuanto antes para generar nuevos productos según este esquema.

3.1 Cualquier creador ha de ser parte de la industria. Su trabajo tendrá que ser asimilado por la industria, que lo fagocita todo. En virtud de su transformación en producto, su contenido estará en pie de igualdad con los demás y no tendrá un estatus especial por interesante que sea el contenido.

4. La industria de la cultura no genera nada salvo sus propios valores, que penetran en la conciencia de las gentes a través de los productos para retroalimentar el bucle.

Si pensamos en la opción de Benjamin tal y como la expresó en su obra y tomada en su radicalidad, el asunto de la difusión masiva pasa por un control por parte de la clase obrera de los medios de reproducción. Cualquier simpatizante del marxismo político se frotaría las manos, pero el concepto de industria cultural también abarca esta forma de reproducción masiva. La industria colectiva es también industria, de modo que sus dardos tendrán igualmente la forma de la propaganda y su diana será la homogeneización. Así, la difusión masiva, si  realmente desea serlo, debe aceptar la servidumbre a grandes intereses y discursos totalizadores.Será inevitable que los recursos, con independencia del sistema económico que rija dicha industria, se tiendan a racionalizar al máximo con la consiguiente homogeneización y depauperización de la cultura. Porque ¿quien necesita novedades si podemos servirle cosas "nuevas"?¿Quién querría discursos libres si con unos pocos bien distribuidos se puede dar la sensación de "pensamiento"? Dada la omnipotencia de la industria y la dependencia que al término la cultura ha desarrollado con respecto a ella ¿quién se atrevería a estar al margen? Con esto, la ratonera cultural está servida.

2 comentarios:

  1. No podría estar más deacuerdo. Tristemente, como dices, hay un conflicto de intereses y curiosamente nunca gana la parte puramente cutural o artística, sino que el dinero manda, y todo se orquesta para generarlo en la mayor proporción posible.

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  2. Curiosamente no tanto. Si quieres crear para las masas o pasas el filtro o te quedas en un público reducido.

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