domingo, 18 de noviembre de 2012

La ratonera (II): ¿Como los playmobil?


La esencia de la industria de la cultura es la serialización y la capacidad de brindar a los individuos un producto acorde sus necesidades en función del nicho social al que pertenezcan. El negocio redondo de la industria cultural y la imposibilidad de que la cultura quede libre de las inercias de la industria son independientes del sistema económico y político, siempre que la entendamos como la penetración de los valores y la lógica mercantil, burocrática y controladora en el seno de lo que en el pasado llamábamos arte.

La mercantilización está servida en la forma en que los productos se diseñan y se venden. La cuestión no es sólo que los productos se serialicen, sino que en dicho proceso los productos se piensan bajo la forma de la serialización. El viejo artista piensa ya su obra bajo la lógica de la serialización, que es un subproducto de la lógica de la homogeneización, hija esta úlitima de la lógica de la mercadotecnia. La metáfora la sirven los simpáticos playmobil. Cuando vemos una colección de estos divertidos clicks, solemos encontrar distintos personajes, como el playmobil fontanero, el pirata o el policía. El análisis curioso (y algo destructivo) de un niño al eliminar e intercambiar accesorios revela que todos los playmobil son iguales. El accesorio que transforma al "playmobil base" (el casco, catalejo o herramienta), no difiere en nada del proceso que produce al propio playmobil básico. Los accesorios y el click llega un momento en que se identifican, puesto que todos los objetos de la industria cultural son hijos de la misma máquina, cuyo objetivo es, en el caso de que el click tuviera conciencia, ofrecerle los productos él esperaría del lugar que la máquina le ha asignado. La teoría de la industria cultural termina por afirmar que la conciencia de la masa y los productos culturales son la misma cosa (playmobil y accesorios). Al final, nuestra conciencia es también un producto seriado, a la espera de más objetos serializados.


Con todo, y a pesar de la enorme agudeza a la hora de dar cuenta de cómo nos nutrimos culturalmente, llega un momento en el que la industria de la cultura puede producir la deleznable sensación de ser una nueva teoría del todo. Todo queda explicado y reducido a los términos de la teoría. Nada se escapa. Y la verdad, lo incómodo de esta idea es que resulta tan potente y está tan pegada a nuestra vida que es fácil que nos ahogue. Sin embargo, no deja de ser una gran certeza el hecho de que toda la vida, incluida la vida de esparcimiento y enriquecimiento cultural, está mediado por la mercadotecnia, lo que resulta una angustiosa situación.

Retomando la ideas de Benjamin, al que habíamos dejado como un comprometido revolucionario, se intuye que gracias a internet es posible ir más allá  de esta teoría del todo con la idea de la ultrareproducción. Dijimos que internet sería el paraíso para Benjamin, aunque en opinión de servidor, sería más bien la puerta por la que sus ideas pueden esquivar el enorme problema que la reproducción masiva tiene al asociarse con la industria, que necesariamente transforma  el arte en algo que se ahoga en la reproducción seriada y homogenea y que cada vez se convierte en el estandarte de los valores del consumo y la alienación. Vemos que el vídeo menciona a internet, pero apenas dice nada de su poder para alienar y homogeneizar la conciencia. Es cierto que la industria cultural intenta copar cada vez más espacios de la red de redes, pero en ella todavía es posible la reproducción masiva que puede dar lugar a conocimiento y difusión de ideas sin la colaboración de la gran industria. Es posible que seamos como los muñequitos de plástico en algunas parcelas, pero Internet puede ser por ahora un bastión, un oasis. El concepto masa adquiere una nueva dimensión en estas coordenadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario