jueves, 3 de enero de 2013

Absurdo o innecesario

Temporada 1, cap. 9"El infierno son los demás robots", Futurama


En principio, no tenía intención de escribir esta entrada, pero a raíz de algunas charlas y comentarios, he decidido ampliar la entrada anterior explicando lo que en la cuestión de la coherencia de la creencia en el teísmo se nombró de pasada. Antes de nada, he de aclarar que sobre la existencia o no de Dios, nada se afirmó, sino que me limité a explicar sucintamente cómo está la cuestión para un buen sector de filósofos de la religión, para apuntar que sólo es posible creer en una versión minimalista de Dios que poco tiene que ver con el teísmo, y que dicho Dios, en caso de existir, no tiene ningún papel en la vida de los hombres. En pocas palabras, intentaré explicar sin extenderme demasiado por qué la cuestión del teísmo queda en una disyuntiva en la que el teísmo o es un absurdo indefendible, o una cierta idea de Dios (que no es para nada compatible con el teísmo tradicional) es coherente con nuestra concepción del mundo pero irrelevante para los hombres a todos los efectos.

Hasta la llegada de filósofos y pensadores como Kierkegaard, William James o Unamuno, el teísmo era una cuestion que se disputaba estrictamente en el campo de la discusión racional. Buena parte de las discusiones en torno a Dios estaban dirigidas hacia la demostración de versiones de Dios compatibles con el teísmo tradicional (que resumíamos en los nueve puntos, en el anterior post). Al contrario de lo que los libros de texto al uso suelen apuntar, los argumentos dirigidos a refutar estas particulares pruebas de la existencias de Dios no estaban pensados para negar la existencia de Dios (o al menos, no es el principal móvil), sino mostrar el absurdo que subyace tanto al móvil de las pruebas, a saber, que Dios existe y el teísmo es verdad, como al contenido y forma de las mismas. Las distintas pruebas y algunos problemas que se derivan de aceptar el teísmo pueden dar fe de ello:

a) La prueba ontológica

La llamada prueba ontológica, en cualquiera de sus versiones, es una prueba basada única y exclusivamente en la lógica. Se puede resumir, grosso modo, en que el hecho de pensar una noción muy concreta de Dios, nos impide negar su existencia. Dicho de otro modo, si es posible pensar una noción particular noción de Dios (a saber, un ser sumamente perfecto), es necesaria la existencia de Dios. Pruebas de este género hay bastantes y cada vez más sofisticadas, pero las más clásicas y famosas son las de San Anselmo y Descartes. Nos detendremos en unas líneas de Descartes para ver cómo funciona:

Si se presta un poco más de atención, aparece manifiestamente que la existencia no menos que la esencia puede separarse de Dios que de la esencia del triángulo la magnitud de los tres ángulos iguales a dos rectos, o de la idea de monte la idea de valle, de modo que no menos repugna pensar en Dios (es decir, un ente sumamente perfecto), a quien le falte existencia ( es decir, al que el falte una perfección), que pensar que a un monte le falte un valle.

Sencillo: el hecho de que pueda pensar un ser sumamente perfecto, me lleva a pensar que este ser debe existir realmente. ¿Por qué? Porque no es posible pensar la suma perfección sin existencia, de modo que si me es posible pensar la suma perfección (perfección que incluye la existencia), la suma perfección, que es Dios, existe.  No es que el pensamiento imprima necesidad a Dios, sino que el pensamiento de un ser sumamente perfecto implica necesariamente que ese ser sumamente perfecto existe. Dicho de otro modo: "Dios no existente" es para Descartes una contradicción. La prueba ontológica ha fascinado a todo género de pensadores y tiene, por supuesto, pruebas adicionales y más modernas que son verdaderos intríngulis lógicos. Aunque en principio solemos entender "existe" que no es un predicado, esto es, una propiedad (en lógica, diríamos que "existe" es el cuantificador universal), hay quienes esta objección a la prueba ontológica no la admitirían. Sin embargo, aunque rechacemos la consideración anterior, que dice que la existencia no tiene ningún sentido predicarla, esta disputa la zanjó el mismo Kant con elegancia e intuición:

Cualquiera que sean, pues, la naturaleza y la extensión de un concepto, es, sin embargo, necesario salir de ese concepto para atribuir existencia al objeto.

La existencia es imposible atribuirla a ninguna entidad si no es saliendo del propio concepto que tengamos formado de dicha entidad. Hay que recurrir a otras cosas que no son Dios para demostrar que Dios existe.

b) Argumento cosmológico

Todos conocemos la historia de la primera causa, aunque sea de manera intuitiva.Si nos preguntamos por la causa de las causas, nos dice el teísta, acabaremos topando con Dios. Dios es la primera causa, la causa incausada, un ser inengendrado y eterno. Las objeciones al respecto son muchas: ¿Por qué una sola y no unas cuantas causas al mismo tiempo? ¿Por qué Dios (el Dios del teísmo, obviamente) es la primera causa y no otra cosa (como por ejemplo, el panteón olímpico o Kutulu)? Por último, cabe una objeción más, que conozco por por B. Russell, la cual surge de las anteriores: Si puede existir una entidad incausada ¿porqué esa entidad incausada no puede ser el propio universo?

c) Argumentos basados en la moral


Hay una fuerte corriente de pensamiento que afirma que la moral es un invento divino, y que sin la creencia en Dios y la fe en el teísmo, no hay moral posible. Es necesario que haya Dios para que haya obligaciones morales, en pocas palabras. Vayamos por partes. En primer lugar, es un hecho que no estamos obligados a seguir los supuestos mandatos divinos, de modo que es imposible que dios creara las obligaciones morales, a menos que se dejara los deberes por hacer, o sea, que nos hiciera a los seres humanos incapaces de resistirnos a cumplir sus obligaciones morales. Como es un hecho que realmente no estamos hechos así, las obligaciones morales no emanan de Dios. La obligaciones morales, si existen, emanan de la necesidad de los hombres de buscar la verdad moral para salvaguardar su mundo. En todo caso, Dios podría ser el creador de una moral particular fruto de una supuesta revelación a la que podríamos o no adherirnos (moral cristiana, propia del teísmo cristiano, moral musulmana, propia del teísmo islámico...etc.). 

Otra forma de sacar a Dios de la chistera de la moral se expresa a menudo cuando se nos dice que la conciencia humana está conectada de alguna manera con la omnipresencia y omnisapiencia divinas y que es esto lo que produce en nosotros la sensación de que hacemos algo mal y en definitiva, es origen de la moral. De esta manera, saber que nuestra conciencia está conectada con alguien que permanentemente vigila es lo que nos recuerda que debemos hacer el bien. No creo necesario ser blando en este punto, porque a mi juicio, este es el punto más pernicioso de las creencias teístas, las que hacen de las gentes criaturas gregarias y adormecidas. Esta visión de la conciencia y la moral puede ser una buena explicación de cómo surge la religión y cómo funciona, pero nunca, si pretendemos un análisis serio de qué es la conciencia, es una forma de explicar la moralidad y la divinidad. Si en serio nos paramos a analizar qué es la conciencia en sentido general, no iremos más allá de decir que es la introyección de un amalgama formado por exigencias sociales, roles, disputas internas... En definitiva, si buscamos seriamente qué es la conciencia, nos moveremos siempre en el terreno de lo humano, lo propio de la conciencia, y no nos iremos a mundos lejanos, donde ya no estudiamos la conciencia, sino un cuento más allá de ella.


d) Argumento teleológico

El argumento teleológico pretende mostrar la existencia de una deidad a partir de la ordenación del mundo. Para ello, parte de entender el mundo como una gran máquina perfecta, algo así como un reloj de precisión que está tan bien construido que sólo es posible que funcine porque existe una suerte de "relojero del universo". Pero ¿es posible realizar semejante salto? Para ello, hemos de enfrentarnos a una serie de problemas. En primer lugar, ¿estamos seguros de que la analogía entre un reloj real y el universo-máquina es realmente buena? En caso de ser así, ¿podemos realmente inferir que hay un relojero? ¿Se puede de igual manera  aducir que hay un relojero al ver un reloj de cuco y que hay un Dios al contemplar el universo? No debemos olvidar, que el reloj de cuco y el relojero, pertenecen a nuestro mundo, son parte del universo de los hechos, mientras que Dios no es un hecho del mundo. Sin embargo, suponiendo que el salto inferencial  que requiere el argumento teleológico es válido, ¿quién no dice que Dios, el "relojero del universo", no necesita a su vez de un "relojero del relojero del universo"? En cualquier caso, la cuestión clave aparece de nuevo, ya que en caso de que aceptáramos como válido este argumento, esta prueba no validaría  nada que más allá de los mecanismos visibles del reloj, y por tanto, no valida la existencia del alma, no valida la vida en el más allá y no valida los milagros. 

e) El problema del mal


Dios es omnipotente, omnisciente y bueno, según el teísmo tradicional. Si entendemos que el mal es completamente contrario al bien, se puede deducir que algo no está bien en la definición de Dios que hace el teísmo tradicional cuando nos encontramos mal en el mundo. O Dios no es omnipotente (menudo fiasco...) o Dios no es bueno (no sé qué es peor). La respuesta habitual al problema es que lo que nosotros entendemos por bien  no es o mismo que entiende Dios por bien. De alguna manera, a la omnisapiencia divina no se le escapa nada y lo que nosotros entendemos por mal, en realidad o es bien, o es otra cosa que no comprendemos. En este punto nos preguntamos ¿de qué nos sirve saber que Dios es bueno si no tenemos ni idea de qué es esa bondad? Podemos llevar la idea de que la bondad divina es distinta e ininteligible más allá si nos preguntamos porqué se nos habla de bondad cuando se habla de la divinidad si en realidad no se sabe de qué se habla.

En este tema hay quien va algo más allá, saliendo del discurso lógico y entrando en la psicología al afirmar que cuando se dice que la bondad de Dios no la entendemos lo que se está haciendo es minimizar perversamente la existencia de males en el mundo para salvaguardar la idea de que alguien realmente bueno que sabe lo que hace nos cuida desde otro lugar.  Creencia que a todas luces es, como poco, negligente.


***

De lo anterior sólo podemos deducir una de las premisas que manejábamos al principio, la que defendía que el teísmo, la creencia de un Dios personal, eterno, creador del universo, omnipotente y omnisapiente (todo a la vez), es indefendible. Sólo es posible un Dios que no significa nada para los seres humanos. Sin embargo, como también se ha indicado, la disputa ha llegado a moverse fuera del campo del racionalismo. Filósofos como Unamuno o William James defendieron el teísmo tradicional por la fuerza del propio creer, lo que se ha llamado fideísmo. Decían que había Dios porque creían. ¿Significa esto que nuestra creencia en Dios causa que exista Dios? No, pero para ellos la propia creencia es  razón suficiente para creer que existe. Si esto es así, cabe una sospecha ¿porqué la fuerza del creer lleva necesariamente al Dios de la tradición? ¿Porqué el teísmo y no el panteísmo? ¿Y porqué no el politeísmo o el mejor, el deísmo? Por último ¿por qué no el ateísmo o el agnosticismo? Que el lector no se engañe en este punto, esto no se zanja creyendo lo que a uno le apetezca y le guste según convenga. Las preguntas que suscita el fideísmo son dudas razonables sobre su viabilidad, no es el fin de una disputa entretenida en la que cada cual se queda igual que como empezó. Desde el principio, lo que nos ocupa lleva implícita la idea de que sostener la creencia en el Dios de la tradición teísta tiene fuertes implicaciones en el terreno de la moral y el conocimiento, cuestiones serias en las que Dios ya no es un sustento válido, visto lo visto. Por eso, si elijo creer en Dios y eso conlleva aceptar una visión del mundo y de la moral, y si esto lo hago sin razones de ninguna clase (porque no las hay) ¿por qué hacerlo? ¿Hablamos de miedo? En este punto, recurriré al caso típico de "la elección del jugador", de Pascal, que escuché por vez primera en clase de Vicente Sanfélix (todo un personaje). Pascal pone a quien duda de Dios en la posición del un jugador. La cuestión es la siguiente: si elejimos el teismo, a lo mejor no llevamos razón y "perdemos" en ese sentido. Al morir tal vez no hay haya nada y no experimentaremos ni el haber perdido la apuesta, llevaremos una vida feliz y al morir, al paraíso de cabeza o a la nada. Pero si por contra elegimos el ateísmo y tenemos razón, no ganamos nada, porque si tenemos razón, nos vamos a la nada y no disfrutamos de nuestro premio (el tener razón), o bien nos vamos de cabeza al infierno por infieles y no disfrutamos del  otro premio, el paraíso. ¿Suena bien eh? Pues no, lo cierto es que en la apuesta quien se juega más es el pobre teísta. El ateo vive su vida según su criterio y luego, ve si al final su apuesta era cierta o no. Lo que nunca pierde es vivir como desea. Sin embargo, el teísta, que juega su vida entera viviendo según el teísmo manda (si no, no lo sería), tiene premio si al final de sus días está en lo cierto (puesto que va de cabeza al paraíso y disfruta). Tristemente, en este juego tiene que hipotecar su vida entera viviendo según el teísmo con el riesgo siempre presente de estar equivocado, y por consiguiente, estar viviendo bajo criterios falsos. Sin duda, el precio de la apuesta es mayor para el teísta, que juega su vida entera en "el más acá" y el más allá. Habitualmente, es en este punto cuando surge la opción más horrenda, cuando se dice "yo creo en Dios, pero no me creo todas esas cosas, creo en mi propio Dios; que no amenaza con el infierno como si fuera un niño; que no me dice lo que es cierto; que me hace enteramente responsable de mis actos; que no es mi conciencia, sino que me deja a mi criterio saber qué es lo justo y lo bueno...". Entonces, me pregunto, si al final se quiere creer en Dios, pero no aceptar todo el aparato moral y epistemológico., si Dios al final es un constructo personal que ponemos fuera de este mundo para dar trascendencia a nuestras acciones ¿para qué creer en Dios si está fuera de lo que importa, que es este mundo? ¿Por qué no crees en ti y te dejas de supercherías?

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