martes, 15 de enero de 2013

La vida de un sim es tan "real" como la tuya (I): Lógicamente posible

Fotograma de The Matrix, 1999

La idea de que la realidad sea una simulación generada por ordenador no es nada que empezara en The Matrix. Como todos los que hemos pasado por el Bachillerato sabemos, la caverna de Platón no es más que la representación simbólica de la idea de que "lo real" es una suerte de ilusión. La vida es sueño de Calderón de la Barca, explota la misma idea, con un tinte menos sesudo y cerebral, pero con una potente dosis de crudo dramatismo, porque ¿qué soy yo si no soy más que parte de un sueño? Para muchos teóricos, lo que en principio suena a poesía, esconde profundas implicaciones epistemológicas, psicológicas e incluso morales, que son las que en pleno siglo XVII, impulsaron a Descartes a emprender la tarea de echar de la realidad al genio maligno. El genio maligno es el escéptico invencible, una suerte de Godzilla mental, que tiene la capacidad de distorsionar  las cosas de manera que el ser humano esté siempre equivocado en torno a lo que ve, escucha, siente y piensa. Si el genio maligno existe, puede hacer que mi creencia de encontrarme viendo un árbol sea en realidad el genio maligno, que se encuentra atareado haciéndome alucinar con la idea de que me encuentro ante un árbol. Todo esto nos puede sonar la mar de exótico, pero debemos pensar que era la manera de plantear la desazón que siente Neo allá por el siglo XVII. Simplemente cambiemos un ser que confunde nuestra mente por un ordenador enchufado a nuestro cerebro y obtendremos los mismos resultados: la duda sobre el mundo real. La idea de Matrix posee un principio de verosimilitud que nos la hace cercana y terriblemente creíble, lo que nos lleva a preguntarnos si es realmente posible algo parecido. De hecho, si queremos ser justos, hemos de decir que   plantear la prisión mental a través de la relación incubadora-computadora no es nada original. La mejor exposición de esta hipótesis (no la primera) data de los 80', cuando Hilary (Hilario) Putnam, postula una  versión de prisión mental para intentar rebatir la idea de la simulación. Habitualmente, se la conoce como argumento de los cerebros en cubetas:

He aquí una posibilidad de ciencia-ficción discutida por los filósofos: imaginemos que un ser humano (el lector puede imaginar que es él quien sufre el percance) ha sido sometido a una operación por un diabólico científico. El cerebro de tal persona (su cerebro, querido lector) ha sido extraído de su cuerpo y colocado en una cubeta con nutrientes que lo mantienen vivo (...). Parece haber gente objetos, cielo, etc,; pero en realidad todo lo que la persona (usted) está experimentando es el resultado de impulsos electrónicos que se desplazan desde la computadora hasta las terminaciones nerviosas. La computadora es tan ingeniosa que si la persona intenta alzar su mano, el “feedback” que procede de la computadora le provocará que “vea” y “sienta” que su mano está alzándose. (…) La víctima puede incluso creer que está sentado, leyendo estas mismas páginas acerca de la suposición, divertida aunque bastante absurda, de que hay un diabólico científico que extrae cerebros de los cuerpos y los coloca en una cubeta.

La idea resulta divertida y absurda, pero su verdad implica (por ejemplo) que cuando alguien te pregunte la hora, allá donde mires, no habrá reloj, y que cualquier respuesta que des, independientemente de lo que hayas "visto", será falsa. Sin embargo, para Putnam la afirmación "soy un cerebro en una cubeta" es necesariamente falsa, es decir, que la mera consideración de la idea implica su falsedad. ¿Cómo? Para esto, es necesario recurrir a consideraciones relacionadas con la teoría del significado de Putnam. Para nuestro autor, las palabras refieren si en su uso hay implicadas dos cosas. La primera es la intencionalidad, el hecho de saber qué se desea denotar con ella. Para Putnam, si hacemos un garabato y se parece a la palabra reloj (o al dibujo de un reloj, si pensamos en una imagen mental), podemos decir que hay un parecido con esa palabra (e incluso una exactitud) , pero nunca que se quería traer al discurso un reloj. La segunda idea clave es la conexión entre esa cosa "que está ahí fuera" que yo denoto y la palabra que utilizo para ese propósito. Para Putnam, hay una conexión  de tipo causal entre un reloj y la palabra reloj basada en el momento clave en el que alguien muestra que un objeto más o menos determinado es un reloj (y por extensión, que la palabra o el pensamiento "reloj", refieren al reloj). En ese momento, decir "reloj" intencionalmente es traer a la mente y al discurso esa cosa. Pues bien, resulta que el mundo del cerebro en la cubeta, no hay relojes,  de modo que "reloj" no significa nada salvo "imagen-de-reloj". Todo lo que ciertamente hay dentro del universo que se presenta al pobre cerebro en la cubeta son imágenes de, funciones matemáticas generadas por la máquina que le inducen a creer que está ante un fenómeno determinado y que responde e interactua con él, si puede. De esto se sigue que términos como "cerebro" o "cubeta" significan en realidad "imagen-de-cerebro" o "imagen-de-cubeta". A partir de aquí podemos entender porqué Putnam dice que la afirmación "soy un cerebro en una cubeta" es necesariamente falsa. Atención al argumento:

a) Si no soy un cerebro en una cubeta, la afirmación "soy un cerebro en una cubeta" es obviamente falsa.

b) Si de lo contrario, soy un cerebro en una cubeta, lo que realmente digo con "soy un cerebro en una cubeta" es "soy una imagen-de-cerebro en una-imagen-de-cubeta", lo que es falso, ya que no soy una imagen de cerebro en una imagen de cubeta, sino un cerebro en una cubeta real.


Putnam da con una buena herramienta lógica, pero aunque pasemos por alto que tengamos que casarnos con su teoría del significado, lo que se desprende de su argumento no es la imposiblidad de la hipótesis de que realmente seamos cerebros en cubetas, sino únicamente que si  se diera el caso de que fuera así,  para cualquiera que fuera realmente un cerebro en una cubeta la afirmación  "soy un cerebro en una cubeta", sería falsa porque refiere a "imagen de cerebro en imagen de cubeta", lo que a todas luces es falso, ya uno es un cerebro real en una cubeta real y no una imagen de cerebro en una imagen de cubeta. Desde el marco del significado de nuestras palabras y nuestros pensamientos, puede resultar un absurdo lógico decir "soy un cerebro en una cubeta", pero lo que Putnam no puede evitar es que nos preguntemos si lo es desde un marco externo. De hecho, para el supuesto científico maligno, la oración "Javier es un cerebro en una cubeta" no sólo puede ser lógicamente posible, sino que hasta puede ser terriblemente cierta desde el punto de vista empírico. Sencillamente, el cientifico realmente puede estar viendo un cerebro conectado a una máquina, que el llama Javier, que ahora cree estar escribiendo en un blog una entrada sobre un científico loco. Esto es algo que la argumentación de Putnam no puede evitar en ningún caso. La idea de que "lo real" pueda ser una experiencia simulada es una posibilidad lógica, de modo que las risas que estallan en nuestras partidas a "Los Sims" cuando las casas de nuestros  pobres compañeros digitales arden puedan ser igual de divertidas que las que podrían estar profiriendo los que estén observándonos ahora, inmersos en la "escritura" y la "lectura" de estas frases.


Con todo, es necesario examinar  mejor el fuste que pueda tener la idea de la realidad simulada. Hemos de preguntarnos seriamente si nuestra vida puede ser una simulación, si podemos ser  tan "reales" como los sims. Hemos visto que es lógicamente posible, pero ¿es posible desde el punto de vista empírico? De ser esto cierto ¿qué es entonces mi "mente", "mis pensamientos" y "el mundo"? Putnam nos recomienda no salir del marco de referencia de nuestro lenguaje y su particular relación con el mundo. En el fondo, nos invita a no hacernos estas preguntas como si hubiera un "afuera", pero la tentación de hacerlo traspasa el reto teórico. La idea de que esta realidad pueda ser simulada entra dentro de lo que podemos llamar una pesadilla de la imaginación lógica: al margen de sus implicaciones teóricas  (relacionadas con la verdad) y prácticas (morales, relacionadas con la libertad) su posible verdad es tan aterradora y a la vez tan sugerente que los pobres que se asoman al abismo ya no pueden echar marcha atrás porque cuando la curiosidad es tan fuerte, el terror se disipa. Curioseemos pues...

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